¿Comer insectos es malo?
La mayoría de personas ven los insectos como una fuente de alimentación alternativa y sostenible, pero el 86 % de los encuestados no los ha probado nunca todavía

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Mejores lugares en los que comer insectos en Madrid
Un estudio del grupo FoodLab de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC identifica los parámetros que contribuirían a mejorar la aceptación del consumo de insectos para que se deje de pensar que comer insectos es malo.
La mayoría de las personas, un 58 %, que han participado en una encuesta a la población española como parte de un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) sobre el consumo de insectos, opinan que en el futuro podrían ser una fuente alternativa y sostenible de proteína. Por lo tanto, piensan que su integración en la dieta se podría convertir en una realidad y no creen que comer insectos es malo.
Los resultados del estudio para identificar los parámetros que contribuirían a mejorar la aceptación del consumo de insectos se han publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health. El estudio forma parte de la tesis de la estudiante de doctorado de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, Marta Ros. Dentro del programa de doctorado de la Sociedad de la Información y el Conocimiento. También lo firman Anna Bach y Alicia Aguilar, profesoras de los Estudios de Ciencias de la Salud e investigadoras del grupo de investigación FoodLab.
A pesar de que la ingestión de insectos como alimento por los humanos era una práctica común entre nuestros ancestros, hace mucho que se abandonó. Sin embargo el consumo se mantiene en países como China, Tailandia, Japón, Colombia, México, Perú, Brasil y algunos países de África. En todos estos países no se piensa que comer insectos es malo, sino lo contrario.
¿Comer insectos es malo? Los efectos positivos sobre la salud del consumo de insectos
Se ha producido un agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. En respuesta, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) promueve desde 2013 la necesidad de aumentar el comercio, el consumo y la aceptación de insectos. Varios estudios han probado los efectos positivos del consumo de insectos para la salud en animales y humanos. Es más, la Unión Europea ha aprobado este mismo enero la comercialización de larvas del escarabajo del estiércol y polvo parcialmente desgrasado de grillo doméstico.
En estudios en humanos, los insectos comestibles han demostrado mejorar la salud intestinal, reducir la inflamación sistémica y aumentar significativamente las concentraciones sanguíneas de aminoácidos. Por lo que quien diga que comer insectos es malo miente. Porque además, en estudios en animales, se muestran resultados positivos en el control del peso. También reducción de los niveles de glucosa en sangre y de colesterol y aumento en la diversidad de la microbiota. Las grasas que contienen los insectos comestibles son ricos en ácidos grasos insaturados, especialmente en ácidos grasos poliinsaturados, y esto puede tener beneficios en la alimentación.

La mayoría de las personas jamás han comido insectos
El estudio realizado por la UOC se basa en las respuestas de 1.034 personas que han participado en la encuesta sobre el consumo de insectos. Una inmensa mayoría, el 86 %, responde que nunca ha comido insectos, y solo un 13 % los ha probado. La principal razón que aducen para no consumir insectos es el asco (38 %). Lo sigue la carencia de hábito (15 %), las dudas sobre su seguridad (9 %) o razones culturales (6 %), entre otras.
La reticencia a comer insectos también se pone de manifiesto cuando a los encuestados se les plantea si estarían dispuestos a incluirlos en su dieta habitual. Solo un 16 % responde que sí, mientras que un 82 % asegura que no lo haría. También una mayoría, el 71 %, afirma que no cocinaría insectos en casa, mientras que un 28 % contesta que sí. Preguntados sobre si ofrecerían platos con insectos en un restaurante, el 73 % dice que no, mientras que un 25 % responde positivamente. La mayoría, un 81 %, opina que el público general no recibiría bien platos con insectos, pero un 16 % cree que sí.
Una visión positiva de cara al futuro
A pesar del rechazo, en determinadas condiciones la valoración del consumo de insectos mejora. De hecho, según los datos, casi el 50 % de las personas encuestadas piensa que disponer de información sobre el potencial que tienen los insectos como alimento sostenible alentaría a consumirlos, mientras que un 48 % dice que no. El optimismo respecto al futuro se pone en evidencia cuando se les pregunta si creen que el consumo de insectos podría ser una práctica futura. Una clara mayoría, el 58 %, responde afirmativamente, mientras que un 38 % opina lo contrario.
La mayor parte de los encuestados indican que la manera en la que puedan ser preparados los insectos para ser consumidos es importante a la hora de atraer a los consumidores. Un 70 % de las personas manifiesta que si la forma natural del insecto no se puede ver su consumo sería más agradable. Así mismo, un 10 % considera que, si la forma del insecto se hiciera visible, su consumo disminuiría. La mayoría de los encuestados opinan que el formato de harina sería el más interesante (23 %), seguido por el de galletas (6 %) o barritas (5,8 %).
El estudio ha permitido identificar parámetros para mejorar la aceptación su consumo para introducirlos como fuente sostenible de proteína en la dieta del futuro. Las respuestas han contribuido a estudiar las áreas que tienen que ver con la aceptación: neofobia, normas sociales, familiaridad, experiencias de consumo y beneficios. Las autoras del estudio destacan que los hombres se muestran más abiertos a consumir insectos que las mujeres. También se ha puesto de relieve que el grupo de edad más receptivo a probarlos es el de 40 a 59 años.
Una alternativa ante el aumento de población hacia el 2050
El aumento considerable de población en el mundo que se prevé hacia el 2050 obliga a buscar alternativas en cuanto al abastecimiento de proteína. El incremento del coste de la producción de proteína animal y la creciente presión ambiental en la agricultura y la ganadería nos abocan a encontrar otras opciones productivas y técnicas innovadoras para la obtención de alimentos que tengan en cuenta la dimensión nutricional, ambiental y sociocultural de la sostenibilidad alimentaria.
El uso de insectos como alimento de consumo humano, destaca el estudio de la UOC, podría reunir estas demandas. Podría ser una estrategia válida para mejorar la seguridad alimentaria global. Se debe tener presente que los insectos pueden crecer en restos orgánicos (actuando como bioconvertidores), ocupar un menor espacio de producción y generar menos gases invernadero.

Además, comparando la obtención de insectos con la de carne de vacuno, la emisión de gases invernadero es un 95 % inferior y el consumo de energía cae un 62 %. Los beneficios que pueden aportar los insectos comestibles, y en concreto con respecto a la salud planetaria, se habían abordado anteriormente de una manera más amplia en el artículo “Edible Insect Consumption for Human and Planetary Health: A Systematic Review”, en el que también participan algunas de las autoras del estudio sobre la aceptación del consumo.
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