Paloma Rodera, artista cuyo trabajo se ha expuesto en instituciones tan importantes como el MOMA de NY o en el Museo Reina Sofía en Madrid, nos cuenta cómo vino y arte pueden estar íntimamente relacionados.

Paloma Rodera, Artist & Researcher
Paloma Rodera, Artist & Researcher

 – Como artista y amante del vino, parte de tu desarrollo creativo se basa en relacionar ambos campos, ¿en qué consiste esa fusión? Háblanos de las catas sensoriales entre arte y vino. 

Pues sí, el vino y en general mi pasión por la gastronomía nacen de mi relación con Italia y continúan con un entorno de amigos que se dedican al mundo del vino tanto en España como en Italia. Como artista que practica varias disciplinas me ha interesado mucho la fusión sensorial y hacer catas con maridaje de obras de arte me pareció una idea original de amplificar el mensaje de mis obras.

La verdad es que las experiencias que había conocido hasta el momento pasaban por utilizar líquidos: café o vino como procedimientos y técnicas pictóricas, también en todo lo que tiene que ver con arte efímero y maduración de fruta, por ejemplo. Pero las catas sensoriales, como ocurre con proyectos que he desarrollado en teatro relacionados con otros sentidos involucrados en la experiencia del espectador que no solo sean la vista y el oído, tales como el olfato o el gusto me parecen muy enriquecedores. Se trata de poder generar sinergias entre lo que probamos y encontramos en el vino con lo que vemos en las obras de arte. 

Cata en La Caníbal en Lavapiés en Madrid
Cata en La Caníbal en Lavapiés en Madrid

Estás también en proyectos de comunicación de territorio a través del vino,  ¿qué significa para ti el término slow food aplicado al vino? 

A final cuando hablamos de una copa de vino no sólo estamos hablando de una bebida, si no que lo que hay detrás es mucho más, es la experiencia de una proyecto que implica en muchas ocasiones cambios de vida, búsquedas, recuperaciones de tradiciones familiares… en definitiva, amor y pasión por el trabajo que se desarrolla. En este sentido hablamos de comunicar el territorio a través del vino. Y en este sentido también interviene el arte como forma de comunicación por excelencia.

El caso de Slow Food ha sido algo muy peculiar. Yo conocí el movimiento en Italia, que nace con Carlo Petrini, su fundador, una persona muy activa y con una filosofía que ha contagiado a muchos países. 

Sabemos que en Italia este movimiento está muy desarrollado, ¿tienes algún proyecto entre manos ahora centrado en recuperar prácticas o mantener tradiciones culinarias entorno al vino? Si no, ¿podrías contarnos alguno en los que más te haya gustado trabajar? 

Como socia de Slow Food Italia he colaborado con prácticas y experiencias unidas a eventos que organiza el movimiento para poner en valor el territorio y concienciar de la importancia de que los alimentos sean buenos, limpios y justos. Esto significa que aquello que comemos sea bueno en lo que se refiere a lo más básico, el sabor, que nos guste; que estén limpios y que sean justos, respetando toda la cadena desde el productor al consumidor. Es una asociación con mucha fuerza y además con proyectos de desarrollo reales en países como Sudáfrica o algunos de Sudamérica donde se están creando infraestructuras y sistemas de producción sostenibles. 

En Europa pasa por concienciarnos de que comer en cierto modo es un acto político, que decidimos y que el consumo, por desgracia o por suerte, en nuestras sociedades contemporáneas se ha convertido en una decisión de mercados, que va más allá del mero acto de comprar, por eso es tan importante generar una conciencia crítica. Esto también es extensible al vino, por supuesto. Hay proyectos como Punta de Flecha (@punta.deflecha) o Cható Gañán (@kike_prados) que trabajan en esta línea y que deben valorizarse por parte de los consumidores. En estos casos tenemos vinos que no están hechos con una receta, si no que dan cuenta de cómo han sido las condiciones climatológicas ese año, de los cambios del suelo, de la presencia de animales, todo eso en una botella. Es un vino dinámico, que cambia cada año. 

Vendimia 2019 con Punta de Flecha
Vendimia 2019 con Punta de Flecha

Semilleros de memoria, ¿qué significa? 

Es un proyecto de etnogastronomía que nace en Italia y busca la recuperación y creación de un archivo con las prácticas tradicionales de elaboraciones gastronómicas que busca poder mantener vivas esos modos de hacer queso, de preparar fiambres y todo lo que tiene que ver con la forma en la que llevamos incluso siglos comiendo y que por una cuestión de certificados de excelencia y de normativa europea están en riesgo de desaparecer. 

– ¿Crees que es aplicable a España? ¿Hay algún proyecto de expansión del movimiento entre manos? 

Por supuesto, España tiene una riqueza gastronómica impresionante que además corre los mismos peligros que nuestros vecinos mediterráneos. Todavía no de forma oficial, pero se está intentando, sobre todo desde la sociología y lo etnográfico, y sobre todo desde el reconocimiento de Patrimonio cultural inmaterial en nuestro país con la ley de 2015 proteger estas prácticas. 


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